#7 Formar parte de la camada que se pasa la vida rehaciéndose

– ¿cuánto hace que no salgo a bailar? –

FOTOGRAFÍA DE TXETXU GONZÁLEZ

| TIEMPO INÚTIL ESTIMADO: 10´ |

 ¿Cuánto hace que no salgo a bailar?

La respuesta confirma el estado somnoliento constante. Dormir = Ceder de manera artificiosa. ¿La verdad aparecerá por aquí? Tanto como para salir a agitarse como un sonajero de Carne y Cepo y Huesos y Hundimientos y Vísceras y Vanidad y Sangre y Síntomas. → CC, HH, VV, SS: Cuatro cromosomas infiltrados que informan de una genética asíncrona. Bailo en medio del salón con Monsieur Periné, me falsea las mañanas de confinamiento con mamá, nos rebotaban partes del cuerpo que sentíamos muertas en una especie de interludio. Termino todo el disco. Jadeo. Y vuelvo a paganizar la ternura en alguna otra novedad. Resulta triste porque marchará entre este oficio y lo mágico de toda (com)pasión. Como las modas, por ejemplo. Como las carencias que nos hacen ser quienes somos, por ejemplo. Como la configuración de categorías del mundo, por ejemplo, como encontrar el sentido real de la sexualidad, por ejemplo. Como darle la espalda a todo hombre paternalista, por ejemplo.

Confía en lo que haces, te dicen. Romantiza menos el espacio doméstico. Ejercita la sensibilidad pero no caigas en el fetichismo de, por ejemplo, personificar cosas (cuanto más pequeñas, más afecto). Veo algo más en dejar estar al objeto (fue una de las políticas artísticas del nuevo realismo -que no lo era- según dice John Ashbery) para que sean ellas mismas y ocupen cierto sentido marginal donde la realidad compartida entre humano/cosa sea más llevadera. No desaparecen si nadie ejerce la intención de hacerlo. Ellas, como la melancolía, no pueden sorprenderte con lo accidental, son lo que son, ancladas sobre algo. En estas cosas, mi ilusión. El idilio roza lo perfecto puesto que no están fabricadas para la culpa ni el (re)sentimiento. Acompañan, facilitan la vida, me ofrezco como a otro cuerpo que, por cosa que se tiende hacia mí, merece el pálpito.

Los balances de una vida en una poética manufacturada pueden estar descompensados. Reconstruir a partir del abandono, a partir de la soledad en extensión ajena que va hacia adentro. Trauma: hueco dentro del hueco. Una tos invertida. Un alrededor después. ¿Cuándo era la hora de las brujas? ¿La tristeza menos estética? La pintora Joan Mitchell tenía un estilo hecho de pedacitos emocionales, en un artículo dijo que los girasoles eran personas, de jóvenes maravillosos y cuando estaban muriendo, conmovedores. Una síntesis de todo lo que se arrastra hacia esa franqueza que absorbe cualquier absurdo. Por nombrar solo a un cineasta, Alain Resnais también le daba la misma cabida como fuerza estética a los objetos y las personas, no hay más que ver cualquiera de sus películas o documentales. ¿Hasta dónde la relación con nuestras reliquias personales construyen, disrtorsionan, manipulan la personalidad?

 

AUTORÍA DESCONOCIDA

Sentirse atravesada desde que naces supone un doble desplazamiento, ya entonces era dos simulacros de los que hacerme cargo. Pero no sé. Mi cuerpo es profundo y no accedo del todo. Esto a la soberanía le da igual. El marco de comprensión se aquieta y ahí lo insoportable, lo aburrido, el intento de transgredir cuando sabes del fracaso porque tan siniestro me parece buscar soluciones como encontrarlas. ¿Cuántos finales caben en una vida? Vida como cuerpo en el borde. Borde en cuanto a límite y en cuanto a desagradable. Infinito en cuanto a materializarlo y en cuanto a no ver nada que desear más adelante. Tengo la tendencia de la ruina, arruinar para que suceda algo emocionante. A muchas personas el verano les resulta emocionante. A mí no, lo odio, y hoy confirmo el por qué: el exceso de sol encandila mi ánimo, el tiempo me suda y queda informe, estancado en el presente. Mientras, en la vera acecha el cambio con demasiada severidad para esta condición pésima de patética por el padecimiento moral de algo, siempre el algo. La disidencia que creía poseer se llena de rarezas, me separan del mundo.

Mi cuerpo en su mayor grado exploratorio se autolesiona, agrede al entorno y marca una frontera. Ahora comienza la historia, en la caída. Vivir el post de todo aquello que murió es algo falso, no voy a negar que también es movimiento, pero cómo, tengo mis dudas de que proporcionara más amor, más equilibrio, más ubicación. ¿Dónde están las bragas del bikini? Estuve triste toda la tarde. No pude dormir. También al día siguiente. Rememoraba la playa de El Saler con aquellas bragas de flores lilas. Las amé. Las idealicé. Me senté en el sillón de mi abuela con la cabeza apoyada en un reposabrazos y los pies colgando del otro. Sentía un vacío extraño, nuevo. Comenzó el proceso de asimilación de la pérdida. Fue la primera vez que intenté componer una retórica emancipada de lo inoculado en casa. Durante un día y medio agarré muy fuerte al tormento para aprender a dejarlo marchar (a partir de aquí el colonialismo del trauma en todo el ser). Fue la primera vez que recuerdo haberme sometido a la tristeza. Fue la primera vez que generé un idilio con una prenda de ropa. Fue la primera vez que hice una performance para que mi madre me abrazara. Fue la primera vez que sentí culpabilidad. Fue la primera vez que odié a mi padre. Fue la primera vez que el tedio me paralizó. Fue la primera vez que entendí el anverso de la felicidad. Era muy pequeña. Tendría unos cuatro años. Soy muy pequeña. Tengo unos cuatro años. Hay que madurar hacia la infancia, dijo Bruno Schulz.

ESCENA DE HIROSIMA MON AMOUR -1959-  | ALAIN RESNAIS

¿Será esto otra forma de belleza? Pienso que el gusto estético va de la mano del hábito, es decir, de la relación entre la cosa en su cotidianidad. En ocasiones, algo resulta poco atrayente porque nos extraña, nos crea una distancia. Vuelvo a recoger las palabras de John Ashbery cuando dice que la visión de un extintor de incendios puede brindarle un placer estético más profundo que la Mona Lisa; ambos son cosas externas a nosotras que reciben y acumulan los electrodos de nuestros sentimientos en varios puntos. Quizá ahora se entienda mejor mi relación con los objetos. Vuelve aquel sueño: Unas manos nervudas amputan el ala izquierda de un cuervo con una rosa amarilla, diminuta, un pequeño dios anulado por uno que cree serlo. La mirada del hombre es pervertida. La del cuervo atemperada. El hombre entra en erección.  El ave bate con fuerza el ala libre pegando latigazos sobre sus testículos. Escapa. Una breve rosa, solo eso y así, se enfrenta ahora al hombre.

Ese día tuve que volver a Saló (Pasolini, 1972) por exceso de eso que pasa cuando tienes un sueño de estas características. Eso que pasa es la adrenalina y la confusión. En un documental de 2002 titulado Salò d’hier à aujourd’hui, rescataron algunas declaraciones del cineasta cuando hizo esta película brutal: `El sadomasoquismo forma parte del hombre. Existía en la época de Sade (…).  Me importa el sentido real del sexo que es una metáfora de la relación entre poder y sumisión. Todo el razonamiento de Sade, el sadomasoquismo de Sade, tiene una función muy específica y clara, la de representar lo que el poder hace del cuerpo humano; el desprecio al cuerpo humano (…), la anulación de la personalidad del otro´.  ¿Qué marca la diferencia entre seres humanos y cosas? ¿Podemos hibridar como lo hicieron las rosas de pitiminí en la Europa del siglo diecisiete? ¿Qué poder superior nos salvará de esta guerra?

Seamos risueñas. Mucha suerte.

 

 

ME HAN ACOMPAÑADO

 

Las vanguardias invisibles | Escritos sobre arte (1960-1987) de John Ashbery | Kriller 71

→ El sueño perturbador del cuervo, la rosa y el hombre malvado.

→ Toda la obra pictórica de Joan Mitchell.

Toda la obra de Alain Resnais.

→ El rosal de pitiminí que acaba de florecer en mi casa.

→ Dostoievski en Memorias del subsuelo.